El frio viento de la madrugada corre por las calles de la ciudad, el triste azul del amanecer comienza a invadir la oscura noche, la noche empieza agonizar bajo las manos del naciente día, las estrellas del cielo desaparecen bajo la luz del Astro Rey.
Por una estrella calle dos figuras corren sin descanso, carmesí sangre fluye de la frente de una de ellas, la daga de la otra cubierta de la sangre de sus enemigos está, sus vestimentas rasgadas y sucias están, tan solo el deseo de vivir les mantiene sus cuerpos en movimiento.
Ya al final de la calle el cansancio y la sangre derramada hacen mella en su joven y frágil cuerpo poco a poco la oscuridad cubre su vista, cae al piso rendida cual indefenso pichón, su compañera se detiene y se inclina sobre ella, los pasos de sus perseguidores ya no se escuchan, seguramente los perdieron al entrar al gueto, ella sabe que deben continuar, falta muy poco para la seguridad, están a muy cerca para darse por vencidas, la coloca sobre su espalda y usando su espada como apoyo mientras camina los poco pasos que le restan.
Ante ella la vieja puerta de roble la espera, toma la aza de león y la golpea contra la puerta, siente como las fuerzas se le escapan, los segundos se vuelven una eternidad, escucha pasos detrás de la puerta instintivamente ve sobre su hombro, no existe ninguna alma en lo profundo de la callejuela, la puerta se abre y ella empieza a desvanecerse, mientras trata de mantener la conciencia mira como unos brazos se abalanzan para recogerla.
Lentamente el sopor se disipa, la luz resplandeciente se cuela por la ventana en el fondo de la habitación a su lado se encuentra ella, la abraza, siguen con vida y en muy poco tiempo estarán fuera de la cuidad alejadas de todo peligro, mientras huele sus rubios cabellos ella susurra a su oído, quiero estar contigo por siempre no me dejes, quédate conmigo por siempre.
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